Era una tarde soleada en la playa de Coatzacoalcos, una niña
solitaria, con lágrimas en los ojos y mirando hacia abajo, caminaba sin rumbo
cerca del mar. En su mente sólo albergaba el deseo de tener un amigo, alguien
que jugara con ella, que la escuchara y que la aceptara, ya que tenía miedo a
la soledad.
La niña solitaria cansada de caminar, se sienta en la arena,
tapando la mirada con sus rodillas para llorar en silencio. El sonido de las
olas y la brisa del mar salado, era lo único que podía escuchar. En ese momento
una voz femenina la llama, levanta la cabeza y voltea donde proviene la voz. Lo
primero que ve fue una concha redonda que tenía el dibujo de una flor. Sube la
vista para ver quién le extendía la concha. Era una niña de su edad, de cabello
negro y largo, su piel clara y tenía puesto un vestido azul con estampados
blancos, pero lo que más le llamaba la atención eran los ojos de la otra niña que
la miraba. Negros como la noche, no reflejaba malicia y le sonreía de forma
pasiva. La niña solitaria la miraba confusa, al parecer le estaba ofreciendo la
concha, decide tomarla y observarla más de cerca. La niña de ojos negros se
sienta a su lado y observa el mar.
Estuvieron en silencio por unos minutos, la niña de los ojos
negros saca de su bolsillo otra concha con el dibujo de una flor y la examina.
En ese momento para romper el silencio entre ambas decide hablar:
- Como te vi
llorando, pensé en darte esta concha para que te sintieras mejor- Dijo con voz
dulce.
- - Grac- gracias… -Contesta
la niña solitaria con timidez.
- -Oye, ¿sabías que
si encuentras una de estas conchas intactas, te pueden conceder un deseo?-
- -¿En-enserio?
–Contesta la niña solitaria, con timidez pero a la vez curiosa.
- -Sí, normalmente se
encuentran trozos de esta conchas, rara vez puedes encontrar enteras. Para que
tu deseo se escuche tienes que pedirlo delante del mar. Sujeta y frótala en tus
manos como un amuleto, pide tu deseo con todas tus fuerzas y el mar te
escuchará. Si ve que tus sentimientos son sinceros, te lo concederá.-
La niña solitaria escuchaba con asombro lo que le decía su
compañera, y con ojos brillantes miraba una vez más la concha. En ese momento
la niña de ojos negros se dirige a la niña solitaria:
-
¡Ah! Cierto, no me presenté cuando me
acerque a ti, mi nombre es Marella.-
- - ¿Marella? Ese
nombre nunca la había escuchado, ¿eres de aquí? – Pregunta la niña solitaria,
curiosa.
-
No, vengo de muy
lejos, pero suelo venir aquí cada verano de visita, disfrutando de la playa.
- - ¿Te gusta mucho la
playa?
- - Me encanta, en especial el mar, me gusta
jugar en la arena, recolectar conchas, construir un castillo y observar a los
cangrejos. En especial cuando cierro los ojos puedo escuchar el sonido de las
olas y de las gaviotas volando, es relajante y divertido–, contesta Marella con
voz alegre.
La niña solitaria, observa a Marella. Con voz triste le
pregunta:
- -¿Y tus amigos?-
- - No tengo amigos,
pero eso no me molesta. Siempre encuentro maneras de divertirme, pero hoy hice una
excepción. Te encontré llorando aquí y no me gusta ver a la gente triste, para
animarte, te di esa concha para que ambas pudiéramos pedir un deseo juntas en
el mar y después jugar hasta el atardecer ¿Qué te parece? – Marella contesta
con una gran sonrisa a su compañera. Pero la niña solitaria le contesta:
- -¿No te molesta
estar conmigo? Soy muy tímida y los otros niños no quieren jugar conmigo porque
dicen que soy rara.
- -No. Eso es lo de
menos, ahora estás conmigo y vamos a pasarlo bien.- Responde Marella con una
brillante sonrisa.
Ambas pidieron su deseo enfrente del mar, para luego ir a jugar
juntas. Toda esta tarde fueron momentos de alegría y risas para ambas. La niña
solitaria ya no se sentía tan sola, había encontrado a una amiga con quién
podía jugar. Conforme pasaba la tarde la niña solitaria se percataba de que
algo extraño le pasaba a Marella: en algunos momentos miraba distraída hacia el
mar, sumergida en sus pensamientos e inclusive cuando jugaban cerca de la
orilla, ella se acercaba al agua y miraba de un lado a otro, como si estuviera
buscando a alguien.
Cuando el ocaso estaba presente, las dos niñas estaban sentadas
en un tronco que habían encontrado en el camino para descansar. La niña
solitaria voltea donde estaba Marella, de nuevo sumergida en sus pensamientos,
al estar preocupada por su nueva amiga decide preguntar:
- -Marella… ¿sucede algo? Te he visto muy distraída
y en algunas ocasiones mirabas el mar con una expresión triste.
Marella miró a su amiga con una expresión triste:
- -Lo siento… - contesta
en voz baja.
- -¿Por qué te
disculpas? –, la niña solitaria tenía un sentimiento de inquietud y miedo de
saber los motivos del comportamiento de Marella. Sentía como si ocultara algo.
-
Ésta será la última
vez que visite esta playa, mi familia y yo tenemos que hacer un largo viaje,
quieren que conozca más este mundo y ayudar a las personas que lo necesitan en
los mares. Pero eso significaría que ya no podría verte más, me siento muy
triste en dejar a una amiga, ya que tú eres mi primera amiga.
La niña solitaria seguía escuchando a Marella, su temor se hizo
realidad; Su amiga se iba ir lejos para nunca volver, en su mente albergaba el
pensamiento de que estaba destinada a la soledad y a ser separados de sus seres
queridos para que ellos siguieran su camino.
Ambas decidieron terminar el descanso para caminar por la playa
por última vez. La niña solitaria seguía en shock por la última conversación
que caminaba en silencio, en ese momento ve que Marella no estaba a su lado y
voltea hacia atrás, para ver a su amiga parada a mitad del camino y
observándola con una sonrisa.
- - Pero ¿sabes?
Aunque fue poco tiempo que pasamos juntas, me divertí mucho, gracias a ti. sé
lo que se siente tener amigos, que hiciera recuerdos divertidos y alegres, de
ofrecerme tu amistad y confianza.
La niña solitaria sorprendida por dichas palabras, sentía que no
podía estar todo el tiempo callada, mientras que su amiga decía estas palabras
para animarla. En ese momento se acerca a su amiga y quita de su muñeca una
pulsera de piedras azules para ofrecérsela.
- -Quiero que tengas
esta pulsera, es un objeto importante para mí, pero por eso, quiero que mi amiga
que se convirtió en una persona importante lo tenga, así cuando te sientas
triste y nostálgica, lo veas y te acuerdes de mí.
Marella con lágrimas en los ojos y una bella sonrisa reflejada
en su rostro, le dice:
- -Escúchame, cuando
te sientas sola, cuando sientas que la soledad te consume, cierra los ojos,
escucha las olas y siente la brisa de la playa. Si logras escuchar una hermosa
canción proveniente del mar, eso significa que la diosa del mar te está
consolando y quiere decirte que tú no estás sola. Yo rezaré para que encuentres
un día la felicidad. Gracias Aída.- Agradeciéndole a su amiga pronunciando su
nombre por primera vez.
- -¿Cómo sabe-? – en
ese momento fue interrumpida por su amiga.
- - Lo supe desde el
principio, por eso no pregunté tu nombre. Se podía decir que puedo leer la
mente de las personas.
Marella agarra las dos manos de Aída con delicadeza y con una sonrisa
risueña se dirige a su amiga:
- -Aída, necesito que
me hagas un favor ¿Podías cerrar los ojos por un momento? Cuando logres
escuchar la canción de la diosa, podrás abrir tus ojos.
Aída le hizo caso a Marella y cerró sus ojos. Al principio sólo escuchaba
el sonido de las olas, pero poco a poco llegaba en sus oídos una leve melodía
en la lejanía, hasta llegar a convertirse en una bella canción. Aída no podía
creer lo que estaba escuchando, abrió los ojos para contárselo a su amiga pero
ya no se encontraba. Buscaba con la mirada de un lado a otro y ni rastro de
ella. En ese instante se escuchó una melodía por las aguas y ella vio a lo
lejos a un grupo de delfines que lo estaban observando. Entre ellas se encontraba
un delfín cría. En su pequeña aleta, lucía la pulsera de piedras azules que
había dado como presente.