viernes, 5 de agosto de 2016

SIMPLE


 por Eduardo Urbán 

Viajé sin descanso, a veces rápido a veces suavemente, cuando llegué a la ciudad curiosee por todos lados, toqué todo a lo que me acerqué, seguía sin descanso pasando por avenidas, parques plazas, callejones, campos deportivos, el tiempo nunca me importó.

Me encuentro en el centro de la ciudad cuando lo veo, es alto, fornido, guapo, toco su suave piel, de inmediato lo abrazo con fuerza, es mío, lo disfruto.

Continúo por la avenida principal, ella viene de frente ¡qué figura! ¡que rostro! suavemente toco sus labios que me encienden, levanto rápidamente su vestido para acariciar sus piernas sin sentir pena, pudor o recato, la acompaño unos pasos para abandonarla e ir más rápido, así empiezo a correr por las diferentes calles y avenidas, entro por las puertas y ventanas abiertas de oficinas y comercios, me acerco a los suburbios para entrar a las casas que tienen abiertas puertas y ventanas, al salir de la ciudad siento el ambiente cálido que me da fuerza para correr por los campos.

Mi velocidad se acrecenta, golpeo lo que se me pone enfrente no lo puedo evitar, pronto siento un gran impulso con lo que empiezo a girar doblando yerbas y ramas.

Mis giros se hacen incontrolables levanto del piso basura, tierra, animales, vehículos, casas.

Dentro de mi torbellino giran los restos de todo lo que he tocado, a mi derredor lluvia y granizo, sirenas. Por todos lados miedo desesperación y llanto.

Me siento cansada ha sido una locura como siempre, voy aminorando mi ímpetu, a cada avance mi fuerza disminuye por lo que abarco menos extensión, me estoy debilitando pero continúo por montes y valles, bosque y praderas.

Ahora casi sin fuerzas, en estos sembradíos voy desapareciendo hasta dejar sólo mi última huella tan ancha como un hilo más ha quedado testimonio de mi paso por el mundo.


muero, pero estoy consciente de que empecé como una suave brisa-

No hay comentarios:

Publicar un comentario