lunes, 22 de agosto de 2016

Los misterios del mar


Por Montserrat Rivera

Era una tarde soleada en la playa de Coatzacoalcos, una niña solitaria, con lágrimas en los ojos y mirando hacia abajo, caminaba sin rumbo cerca del mar. En su mente sólo albergaba el deseo de tener un amigo, alguien que jugara con ella, que la escuchara y que la aceptara, ya que tenía miedo a la soledad.

La niña solitaria cansada de caminar, se sienta en la arena, tapando la mirada con sus rodillas para llorar en silencio. El sonido de las olas y la brisa del mar salado, era lo único que podía escuchar. En ese momento una voz femenina la llama, levanta la cabeza y voltea donde proviene la voz. Lo primero que ve fue una concha redonda que tenía el dibujo de una flor. Sube la vista para ver quién le extendía la concha. Era una niña de su edad, de cabello negro y largo, su piel clara y tenía puesto un vestido azul con estampados blancos, pero lo que más le llamaba la atención eran los ojos de la otra niña que la miraba. Negros como la noche, no reflejaba malicia y le sonreía de forma pasiva. La niña solitaria la miraba confusa, al parecer le estaba ofreciendo la concha, decide tomarla y observarla más de cerca. La niña de ojos negros se sienta a su lado y observa el mar.

Estuvieron en silencio por unos minutos, la niña de los ojos negros saca de su bolsillo otra concha con el dibujo de una flor y la examina. En ese momento para romper el silencio entre ambas decide hablar:

-      Como te vi llorando, pensé en darte esta concha para que te sintieras mejor- Dijo con voz dulce.
-      - Grac- gracias… -Contesta la niña solitaria con timidez.
-       -Oye, ¿sabías que si encuentras una de estas conchas intactas, te pueden conceder un deseo?-
-       -¿En-enserio? –Contesta la niña solitaria, con timidez pero a la vez curiosa.
-       -Sí, normalmente se encuentran trozos de esta conchas, rara vez puedes encontrar enteras. Para que tu deseo se escuche tienes que pedirlo delante del mar. Sujeta y frótala en tus manos como un amuleto, pide tu deseo con todas tus fuerzas y el mar te escuchará. Si ve que tus sentimientos son sinceros, te lo concederá.-
La niña solitaria escuchaba con asombro lo que le decía su compañera, y con ojos brillantes miraba una vez más la concha. En ese momento la niña de ojos negros se dirige a la niña solitaria:
-       ¡Ah!  Cierto, no me presenté cuando me acerque a ti, mi nombre es Marella.-
-      - ¿Marella? Ese nombre nunca la había escuchado, ¿eres de aquí? – Pregunta la niña solitaria, curiosa.
-       No, vengo de muy lejos, pero suelo venir aquí cada verano de visita, disfrutando de la playa.
-      - ¿Te gusta mucho la playa?
-       - Me encanta, en especial el mar, me gusta jugar en la arena, recolectar conchas, construir un castillo y observar a los cangrejos. En especial cuando cierro los ojos puedo escuchar el sonido de las olas y de las gaviotas volando, es relajante y divertido–, contesta Marella con voz alegre.
La niña solitaria, observa a Marella. Con voz triste le pregunta:
-       -¿Y tus amigos?-
-     -  No tengo amigos, pero eso no me molesta. Siempre encuentro    maneras de divertirme, pero hoy hice una excepción. Te encontré llorando aquí y no me gusta ver a la gente triste, para animarte, te di esa concha para que ambas pudiéramos pedir un deseo juntas en el mar y después jugar hasta el atardecer ¿Qué te parece? – Marella contesta con una gran sonrisa a su compañera. Pero la niña solitaria le contesta:
-       -¿No te molesta estar conmigo? Soy muy tímida y los otros niños no quieren jugar conmigo porque dicen que soy rara.
-       -No. Eso es lo de menos, ahora estás conmigo y vamos a pasarlo bien.- Responde Marella con una brillante sonrisa.
Ambas pidieron su deseo enfrente del mar, para luego ir a jugar juntas. Toda esta tarde fueron momentos de alegría y risas para ambas. La niña solitaria ya no se sentía tan sola, había encontrado a una amiga con quién podía jugar. Conforme pasaba la tarde la niña solitaria se percataba de que algo extraño le pasaba a Marella: en algunos momentos miraba distraída hacia el mar, sumergida en sus pensamientos e inclusive cuando jugaban cerca de la orilla, ella se acercaba al agua y miraba de un lado a otro, como si estuviera buscando a alguien.
Cuando el ocaso estaba presente, las dos niñas estaban sentadas en un tronco que habían encontrado en el camino para descansar. La niña solitaria voltea donde estaba Marella, de nuevo sumergida en sus pensamientos, al estar preocupada por su nueva amiga decide preguntar:
-       -Marella…  ¿sucede algo? Te he visto muy distraída y en algunas ocasiones mirabas el mar con una expresión triste.
Marella miró a su amiga con una expresión triste:
-       -Lo siento… - contesta en voz baja.
-       -¿Por qué te disculpas? –, la niña solitaria tenía un sentimiento de inquietud y miedo de saber los motivos del comportamiento de Marella. Sentía como si ocultara algo.
-       Ésta será la última vez que visite esta playa, mi familia y yo tenemos que hacer un largo viaje, quieren que conozca más este mundo y ayudar a las personas que lo necesitan en los mares. Pero eso significaría que ya no podría verte más, me siento muy triste en dejar a una amiga, ya que tú eres mi primera amiga.
La niña solitaria seguía escuchando a Marella, su temor se hizo realidad; Su amiga se iba ir lejos para nunca volver, en su mente albergaba el pensamiento de que estaba destinada a la soledad y a ser separados de sus seres queridos para que ellos siguieran su camino.

Ambas decidieron terminar el descanso para caminar por la playa por última vez. La niña solitaria seguía en shock por la última conversación que caminaba en silencio, en ese momento ve que Marella no estaba a su lado y voltea hacia atrás, para ver a su amiga parada a mitad del camino y observándola con una sonrisa.
-      - Pero ¿sabes? Aunque fue poco tiempo que pasamos juntas, me divertí mucho, gracias a ti. sé lo que se siente tener amigos, que hiciera recuerdos divertidos y alegres, de ofrecerme tu amistad y confianza.
La niña solitaria sorprendida por dichas palabras, sentía que no podía estar todo el tiempo callada, mientras que su amiga decía estas palabras para animarla. En ese momento se acerca a su amiga y quita de su muñeca una pulsera de piedras azules para ofrecérsela.
-       -Quiero que tengas esta pulsera, es un objeto importante para mí, pero por eso, quiero que mi amiga que se convirtió en una persona importante lo tenga, así cuando te sientas triste y nostálgica, lo veas y te acuerdes de mí.
Marella con lágrimas en los ojos y una bella sonrisa reflejada en su rostro, le dice:
-       -Escúchame, cuando te sientas sola, cuando sientas que la soledad te consume, cierra los ojos, escucha las olas y siente la brisa de la playa. Si logras escuchar una hermosa canción proveniente del mar, eso significa que la diosa del mar te está consolando y quiere decirte que tú no estás sola. Yo rezaré para que encuentres un día la felicidad. Gracias Aída.- Agradeciéndole a su amiga pronunciando su nombre por primera vez.
-       -¿Cómo sabe-? – en ese momento fue interrumpida por su amiga.
-      - Lo supe desde el principio, por eso no pregunté tu nombre. Se podía decir que puedo leer la mente de las personas.
Marella agarra las dos manos de Aída con delicadeza y con una sonrisa risueña se dirige a su amiga:

-       -Aída, necesito que me hagas un favor ¿Podías cerrar los ojos por un momento? Cuando logres escuchar la canción de la diosa, podrás abrir tus ojos.

Aída le hizo caso a Marella y cerró sus ojos. Al principio sólo escuchaba el sonido de las olas, pero poco a poco llegaba en sus oídos una leve melodía en la lejanía, hasta llegar a convertirse en una bella canción. Aída no podía creer lo que estaba escuchando, abrió los ojos para contárselo a su amiga pero ya no se encontraba. Buscaba con la mirada de un lado a otro y ni rastro de ella. En ese instante se escuchó una melodía por las aguas y ella vio a lo lejos a un grupo de delfines que lo estaban observando. Entre ellas se encontraba un delfín cría. En su pequeña aleta, lucía la pulsera de piedras azules que había dado como presente.

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